martes, 7 de junio de 2011

Parece que para los grupos de poder, la campaña aún no llega a su fin. Apenas se enteraron del resultado electoral de la ONPE, sus periodistas empezaron a pedir que los voceros de Ollanta revelaran quiénes iban a ser sus ministros, especialmente de economía. Para dar tranquilidad al país, decían, pero lo cierto es que buscaban tranquilidad para sus bolsillos.

La noche misma de los resultados, después que todas las encuestadoras daban como ganador a Ollanta por 5 o 4 puntos porcentuales sobre Keiko Fujimori, Rosa María Palacios, Raúl Tola y sus acompañantes, no sabían qué más hacer frente a cámaras, esperando la salida de Ollanta Humala para reconocer su victoria y hablar al público que se había reunido desde las 7 de la noche en el óvalo de la Plaza 2 de Mayo. Ellos sí tenían motivos para impacientarse, pero esperaron estoicamente hasta pasadas las 11 de la noche, en medio de una fiesta popular.

Al día siguiente un representante de la CONFIEP, entrevistado en RPP. prácticamente ordenaba a Humala dar los nombres de su próximo ministro de Economía y Finanzas y del Presidente del Banco Central de Reserva. Pero no contento con eso, y con una actitud del todo impositiva, dio nombres de los que debían acceder a esos cargos públicos, como si el pueblo hubiera respaldado a su marioneta Keiko. Sin lugar a dudas estos personajes se creen los dueños del Perú y a los gobernantes sus instrumentos.

Lo cierto es que, Humala y Gana Perú, respaldados por más de la mitad del país tienen todas las facultades delegadas para proponer a quienes ellos crean conveniente, conociendo por supuesto la realidad de que más del 40% no confió en su gestión. Por otra parte, sabiendo del poder económico, político y social que manejan estos grupos son capaces de dedicarse, no a hacer oposición constructiva, sino todo lo contrario.

Por eso y porque los que votamos por Humala no le dimos nuestro voto en blanco, tendremos que estar vigilantes ante los sucesos y decisiones que se tomen tanto pública como privadamente, para evitar que el nuevo elegido cambie su discurso o que los grupos de poder impongan sus requerimientos.
 

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