miércoles, 22 de junio de 2011

EL CRISTO DE CHORRILLOS

Es interesante ver que cuando los gobernantes necesitan subir sus puntos de rating o tienen intereses escondidos, muy políticos, económicos o personales, hacen uso de todo aquello que esté a su alcance y pueda devolverles la popularidad que alguna vez tuvieron, aunque eso signifique echar mano de la religiosidad del pueblo.


Se ha dado el caso reciente de que el presidente peruano Alan García Pérez, en común acuerdo con una entidad brasileña, ha mandado construir una copia del Cristo Redentor que embellece la ciudad de Río de Janeiro y es tan famosa que se le considera una de las nuevas 7 maravillas modernas del mundo. Ahora, en el llamado Morro Solar de Chorrillos de la ciudad limeña, capital del Perú, se ha ubicado un Cristo Redentor con los brazos abiertos y de magnitud gigantesca, frente al Océano Pacífico.

No es que seamos demasiado celosos por la belleza paisajística de la capital o que seamos irreverentes con un símbolo cristiano utilizado principalmente por la Iglesia Católica. Lo que pasa es que conocemos a nuestro primer representante y su megalomanía como para darnos cuenta que no es la fe lo primero en lo que pensó para dejar, a falta de un mes de terminar su segundo mandato presidencial, un símbolo religioso al pueblo peruano, sino su proyecto de retorno para un tercer período en el 2016.


Y es que el pueblo peruano sigue siendo gente muy apegada a su religiosidad y muchas veces, por ver sólo éste tipo de símbolos como actos inocentes y de fe en Dios, se dejan llevar políticamente por la ruta trazada por quienes no son nada inocentes en sus intereses ocultos. No son todos, claro está, pero sí muchos los que ciegamente ven a estas autoridades como muy religiosas y esto sí que es utilizado para sus propios fines.

Me hacen recordar a esos grupos religiosos de los tiempos de Jesús llamados fariseos, saduceos o hasta de los mismos sacerdotes del judaísmo, que trataban de mantener una imagen muy religiosa frente al pueblo, ocultando su verdadera cara de vendidos al poder opresor de las autoridades romanas, que por construirles un templo nuevo o concederles ciertos privilegios menores estaban dispuestos a vender el honor de su pueblo y su fe.

Justamente fue contra estos que Jesucristo, el verdadero, en un acto simbólico de búsqueda de la justicia y del celo de Dios por la transparencia de la fe, se hizo un látigo y expulsó a los mercaderes del templo que utilizaban la fe sencilla del pueblo para hacer sus negocios oscuros, exigiéndoles la compra de animales para el sacrificio a precios exhorbitantes.

Si no aprendemos de la historia e interpretamos dentro de su contexto social, político y religioso las acciones de los grupos de poder, jamás podremos tomar consciencia de sus intenciones malévolas. No es la fe lo que los mueve a hacer actos religiosos, es simple y llanamente su avidez por el poder, el dinero o la fama lo que les mueve a edificar lo que sea necesario para falsear la verdad y seguir oprimiendo al pueblo. 

Ya el apóstol Pablo escribía: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18). Si prestamos mayor atención, no a la religiosidad, sino a una correcta lectura e interpretación de la misma Biblia utilizada por los poderosos, armados de una visión más cercana a nuestra realidad, percibiremos adecuadamente el propósito de Jesucristo de anunciar el Reino de Dios y su justicia a los pobres y por ende los acontecimientos actuales que dan muerte o crean vida.     

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