miércoles, 5 de octubre de 2011

VIOLENCIAS

Hace ya algunos meses atrás todos los diarios del país daban cuenta de la desaparición de un joven llamado Ciro, en su caminata por los valles del Colca en Arequipa. Su novia fue encontrada unos días después de dadas las noticias y ella no sabía nada del paradero de su prometido. Pasando los días y las investigaciones hechas, se llega a la conclusión de que la novia es sospechosa de la desaparición del susodicho y en esas siguen hasta ahora, mientras la búsqueda de Ciro continúa imparable.

No es la primera vez que alguien se pierde en los inhóspitos lugares del Perú, pero es uno de los casos que más se ha publicado por los medios y que tanto tiempo dura. Los padres, gastando sus recursos y pidiendo ayuda al gobierno continúan con su anhelo de volver a ver a su hijo, aunque sea para darle cristiana sepultura.

Por otro lado, hace menos tiempo, los noticiarios llenaron sus titulares con la muerte de otro joven hincha de Alianza Lima, en pleno clásico U-AL. Lo habían arrojado desde uno de los palcos privados del estadio Monumental, en medio de una batalla de fanáticos, muchos de ellos pertenecientes a las llamadas "Barras bravas". En este caso se trataba de gente de clase media alta que, pensamos estaban exentos de barbaridades como esas, pero nos equivocamos. 

La violencia está impregnada en todas partes y en todo tipo de familias que, de una u otra forma, hacen uso de sus diversas formas y afectan la vida de quienes no siguen sus mismos métodos de persuasión. ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿De dónde proviene tanta violencia y qué se está haciendo frente a ella?

Al parecer las autoridades, los clubes, las barras y cuanto tipo de agrupación social exista, no hallan la manera de detener estas actitudes. ¿Será quizá que ellas mismas están poseídas del mismo espíritu violentador, de tal manera que sienten vergüenza de aplicar métodos persuasivos que ellos mismos no practican al interior de sus propias familias? Las propuestas de solución casi siempre van hacia los extremos, los más duros y los más dialogables, pero al fin ninguno ha llegado a controlar sus consecuencias.


Si la manera de aprender a convivir en una sociedad compleja y pluricultural no empieza desde el hogar, poco podremos esperar de las escuelas y el sistema educativo vigente. Los barristas necesitan rehabilitación social, las autoridades, reflejar su autoridad sobre la base de su ejemplo de vida; los padres requieren cambio de valores y todos en general necesitamos un cambio de actitud hacia la vida.

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